"Las formas de autodefensa en nuestro país contribuyen a erradicar el narcotráfico"
Por : Arturo Germán
Nuestro
país está a punto de convertirse en el eje central de los esfuerzos globales
para combatir la producción y el transporte de narcóticos ilícitos en
Sudamérica. Entre 2006 y 2012, las agencias estadounidenses aportaron más de 5 mil millones de dólares en apoyo
antinarcóticos a la región andina de Sudamérica para detener el flujo anual de
cientos de toneladas de cocaína. Aunque Colombia recibió el 76 por ciento de
estos fondos, en la actualidad, el Perú
es el principal productor mundial de hoja de coca y está expandiendo con
rapidez su producción doméstica de cocaína. En junio de 2012, el presidente
Ollanta Humala, dio el discurso inaugural de la Conferencia Internacional
Antidrogas en Lima, ahí aseguró a los miembros de más de 70 delegaciones que se
estaba comprometido con un esfuerzo global para reducir la producción,
transporte y consumo de narcóticos ilícitos. En la conferencia, la Unión
Europea se comprometió con 34 millones de euros para ayudar a implementar la
Estrategia Nacional de Lucha contra las Drogas. Desde su elección en 2011, el
presidente Humala ha fortalecido los lazos de Perú con el gobierno de Barack
Obama, y, en el año que viene, Estados Unidos casi duplicará su apoyo a los
esfuerzos antinarcóticos y de desarrollo de Perú, con una contribución de 100
millones de dólares.
Los
fuertes lazos entre los narcotraficantes y los remanentes de la insurgencia del
Sendero Luminoso de los años ochenta y noventa complican los esfuerzos
antiterroristas y antinarcóticos en Perú. Es grupo terrorista al mando de
Abimael Guzmán, llevó a cabo una violenta campaña contra cualquier actor
posicionado para el desafío de su revolucionario programa maoísta. Guzmán y sus
seguidores originalmente se enfocaron en los símbolos de poder, en un esfuerzo
por resaltar la injusticia social y económica, así como la incapacidad del
Estado para hacer frente a las necesidades del pueblo. Posteriormente la
campaña se convirtió en un ataque indiscriminado y brutal a los civiles,
fuerzas de seguridad, y actores políticos por igual. Después del arresto de
Guzmán en 1992, las fuerzas de seguridad del Estado detuvieron el impulso del
grupo revolucionario y con el tiempo derrotaron a la insurgencia armada.
Hoy,
sin embargo, los remanentes del Sendero Luminoso protegen el comercio de drogas
ilícitas y utilizan las ganancias para fortalecer su organización y adquirir
armamento avanzado. Los narcotraficantes y militantes del Sendero Luminoso han
perjudicado a las economías locales, generado un aumento en la inseguridad, y
frenado el desarrollo institucional post-conflicto en muchas regiones que
cultivan coca ilegal. Mientras los diseñadores de políticas y las fuerzas de
seguridad estatales de Perú hacen frente a estos desafíos, ahora también deben
enfrentarse a una cantidad cada vez mayor de las fuerzas de autodefensa civil.
Los actores civiles desempeñaron un papel crucial en la derrota inicial del
Sendero Luminoso en los años noventa, y muchas comunidades han reactivado sus
fuerzas de autodefensa local en los últimos años. En algunas partes de Perú,
las patrullas civiles armadas se confrontan con organizaciones criminales e
insurgentes, y juegan un papel cada vez más importante en hacer frente a los
retos asociados con la lucha del Estado contra el terrorismo y el narcotráfico.
La estrategia de
antinarcóticos en el país
Cuando
el presidente Humala llegó al poder en 2011, la Comisión Nacional para el
Desarrollo y Vida sin Drogas (DEVIDA), la agencia antidrogas, anunció que iba a
reducir la erradicación forzada de coca y a centrar los esfuerzos en proyectos
y programas de desarrollo para promover la inclusión social. La Estrategia
Nacional de Lucha contra las Drogas 2012-2016 de Perú es enfática en
enfrentarse a la producción de drogas con un enfoque holístico y polifacético. Las
iniciativas descritas en la estrategia 2012-2016 incluyen esfuerzos
alternativos de desarrollo, diversas formas de interdicción, así como programas
de prevención y tratamiento dirigidos a los consumidores de droga. Sin embargo,
muchas de las regiones más afectadas por las iniciativas antinarcóticos se han
vuelto cada vez más militarizadas, a medida que los líderes políticos y las
fuerzas de seguridad del Estado implementan estas estrategias. Se ha priorizado
en elementos particulares de la interdicción y erradicación, como lo demostró
el compromiso de Humala de erradicar 50 por ciento más plantas ilegales de coca
en 2013 que en 2012. La erradicación superó sus objetivos tras erradicar 23.600
hectáreas de cultivos de coca en 2013. Aunque los principales diseñadores de
políticas reconocen la importancia de combinar la erradicación con programas de
desarrollo e inclusión social, a menudo dan prioridad a los problemas de
seguridad. La Policía Nacional del Perú (PNP) y las fuerzas armadas combaten
simultáneamente las dos principales fuentes de inseguridad regional: los
narcotraficantes y los miembros remanentes del Sendero Luminoso. Hasta hace
poco, habían dado prioridad a los esfuerzos antiterroristas por encima de
frenar la expansión del cultivo y tráfico de drogas. Por ejemplo, la PNP tenía
una sola base dedicada a los esfuerzos antinarcóticos en las comunidades que
rodean el Valle de los Ríos Apurímac, Ene y Mantaro (VRAEM) en 2012, mientras que
las fuerzas armadas que luchan contra el terrorismo tenían 29 bases. Los
esfuerzos antiterroristas en las comunidades que cultivan coca ilegal generan
retos adicionales, al tiempo que los militares y la policía buscan poner en
práctica las estrategias antinarcóticos del Estado.
Las
comunidades del VRAEM se están preparando para la respuesta del Estado frente a
la ampliación de plantaciones de coca y sitios de procesamiento. Los lazos más
estrechos con Estados Unidos y el aumento de la dependencia a la financiación
estadounidense podrían influir en la estrategia antinarcóticos de Perú para que
refleje los esfuerzos pasados de Colombia, que priorizaban la erradicación. Una
estrecha alianza entre narcotraficantes y militantes del Sendero Luminoso
agrava el peligro de militarización de los esfuerzos antinarcóticos. Los
militantes del Sendero Luminoso han asumido el rol de mercenarios, y los
responsables políticos y militares claves consideran que atacar la esencia
financiera del grupo insurgente llevará a la derrota del Sendero Luminoso.
Las amenazas del Sendero
Luminoso y el fracaso de una economía de la coca
La
población civil de Perú siente que está, una vez más, atrapada "entre dos
fuegos" temerosa de las represalias violentas tanto por parte del Sendero
Luminoso como por parte de las fuerzas de seguridad del Estado. Un agricultor
de coca en el VRAEM explicó los peligros de dejar su modesta casa de madera
durante la noche y advirtió: "No se deben usar velas o linternas".
Señaló hacia las colinas al norte. "El ejército controla esa zona por
allí". Luego señaló hacia las colinas del occidente: "Y el Sendero
Luminoso controla esa zona por allí. Cualquiera de los dos podría dispararle si
ve una luz". En ocasiones los civiles se encuentran en una situación
imposible, con pocas opciones para garantizar la seguridad de sus familias y
mejorar sus vidas. Las comunidades deben evitar las acusaciones y los ataques
físicos por dos frentes: el de las fuerzas de seguridad del Estado y el de los
militantes del Sendero Luminoso.
Las
presiones del mercado de tener cultivos más rentables con cosechas más
frecuentes, originalmente condujeron a los agricultores locales a adoptar la
producción ilegal de coca. Si los agricultores locales pudieran ganarse la vida
de igual manera con cultivos alternativos, algunos podrían, en cambio, cultivar
voluntariamente el cacao, el café y otras plantas en lugar de coca. Un
agricultor explicó: "¡Por supuesto! Lo erradicaríamos nosotros mismos. No
necesitaríamos del ejército o la policía para hacerlo. Sería magnífico".
La coca no ha dado una solución a las dificultades económicas que enfrentan los
agricultores y sus familias, y pocos agricultores han obtenido beneficios
sustanciales por medio de la coca ilegal.
Además
de la continua pobreza, los agricultores de la región también han empezado a
reconocer los devastadores efectos ambientales del cultivo ilegal de coca. Han
experimentado la degradación ambiental con la desaparición del dosel selvático,
el fin de la fauna nativa como monos y loros, y la erosión generalizada del
suelo. Cosechas más frecuentes drenan los nutrientes vitales de la tierra, y
los pesticidas que se utilizan para proteger a las vulnerables hojas de coca
han envenenado el suelo. Los efectos de los cultivos de coca han interrumpido la
producción de otros importantes productos agrícolas básicos como la yuca. La
colaboración con el Sendero Luminoso y con los narcotraficantes no ha logrado
mejorar la vida de los agricultores, y ha interrumpido las tradiciones
culturales de algunos grupos indígenas. Sin embargo, la erradicación forzada
por parte de las fuerzas de seguridad del Estado probablemente perjudicará a
las comunidades que participan en la economía de la coca. La erradicación no
funciona sin programas complementarios que generen un desarrollo amplio y
equitativo, y encontrar los recursos necesarios para poner en práctica estos
programas es un reto.
La autodefensa civil en
Perú
Para
Pedro Yaranga, analista en temas de narcotráfico, la población civil
desempeñará un papel cada vez más importante en la reciente campaña de
erradicación en el VRAEM de Perú. Un esfuerzo similar en el valle del Alto
Huallaga a mediados de 2000 interrumpió el orden social y llevó a una violencia
generalizada hasta que las comunidades fueron capaces de organizarse y velar
por su propia seguridad. Nuestro país tiene una larga historia de autodefensa
civil y los actores civiles armados todavía ayudan a mantener el orden social
en muchas regiones rurales de Perú. Las comunidades en las regiones de
Cajamarca y Piura en Perú originalmente organizaron "rondas
campesinas" en los años setenta para combatir el robo de ganado rampante.
Algunos dan crédito a la presencia de estas organizaciones por haber limitado
la expansión del Sendero Luminoso en estas regiones cuando el grupo insurgente
inició la lucha armada en 1980. Otra forma de autodefensa civil, los
"comités de autodefensa" (CADs), surgieron en las Sierras Centrales a
principios de los años ochenta para combatir a Sendero Luminoso. Los primeros CADs
se desarrollaron "orgánicamente" por la propia voluntad de las
comunidades. A medida que avanzaba el conflicto, las fuerzas armadas en
ocasiones intervinieron para cooptar estas organizaciones incipientes,
proporcionándoles apoyo logístico y material, o, en algunos casos, para obligar
a las comunidades a organizarse si no lo habían hecho por su cuenta. La
literatura académica sobre la violencia durante el conflicto armado interno de
Perú reconoce la movilización civil como un componente clave en la derrota del
Sendero Luminoso. Los hacedores de política y las fuerzas de seguridad del
Estado ven beneficios potenciales en la coordinación con las fuerzas de
autodefensa de la comunidad para complementar las operaciones antiterroristas y
antinarcóticos, pero el Estado ha ofrecido un apoyo mínimo en términos de
recursos financieros. El apoyo civil y la participación pueden resultar
cruciales en la derrota de los remanentes de la insurgencia del Sendero
Luminoso y en poner freno a la expansión de la producción de narcóticos
ilegales.
La
participación civil en el pasado y presente de la lucha contra la violencia
insurgente en esta región es complicada. Aunque muchas organizaciones de
autodefensa civil contemporáneas en las comunidades de la selva han optado en
gran medida por no participar en las cuestiones relacionadas con el tráfico de
drogas y el terrorismo, muchas de las comunidades de las montañas que salen del
VRAEM han reactivado recientemente las patrullas para responder a estos
desafíos. Por ejemplo, 24 comunidades alrededor de Luricocha coordinan entre sí
para entrenar, organizar patrullas, y enfrentarse a los retos actuales de
seguridad que el Estado es incapaz o no está dispuesto a abordar.
Estos
casos permiten una mirada al proceso de movilización civil real. Pequeños
grupos de civiles armados con escopetas Winchester calibre 12 pretenden
disuadir el tráfico de drogas y proteger a la población de los grupos de
bandidos a lo largo de la carretera que sale de la selva. Patrullas civiles
levantaron barricadas temporales en la carretera de tierra de una hora fuera de
Luricocha en la vía a la selva. Ellos detienen y requisan automóviles y
camiones que circulan en medio de la noche. Estas acciones generan grandes
riesgos para los participantes, pero muchos de ellos tienen experiencia militar
previa o pertenecieron a las fuerzas de autodefensa civil durante la guerra
civil.
Resistencia Civil local y
en otros lugares
La
participación civil en la provisión de seguridad puede conducir a resultados
drásticamente diferentes. En general se
experimentó menos casos de conducta predatoria por parte de las fuerzas de
autodefensa civil armada, en otros casos, este tipo de grupos exacerbaron
conflictos armados existentes. Los académicos y legisladores no deben hacer
generalizaciones sobre los beneficios de la movilización de civiles armados.
Las condiciones en las que los grupos civiles armados surgen, a menudo afectan
sus objetivos y comportamiento.
En
el Perú, los custodios y los pequeños propietarios se coordinan conjuntamente
para movilizar y proteger sus propios intereses colectivos. La formación de las
fuerzas de autodefensa civil en Perú debe ser entendido como "la expresión
de una decisión masiva y autónoma por parte de la población rural". La
coordinación continua con las fuerzas de seguridad del Estado y la
responsabilidad legal ayudó a minimizar el riesgo de una movilización
paramilitar clandestina.
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